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Victoria Isabel

Foto del escritor: Diana María GiraldoDiana María Giraldo

Su historia fue de abuso y maltrato en toda la extensión de estas palabras: abuso sexual, abuso verbal, abuso de la fuerza, abuso de la inocencia; abusos y más abusos.


Nadie se debe meter entre marido y mujer, afirmaba la familia de Isa; sin embargo, ella no se había casado con la bestia. Su convivencia con él era fruto de un estado de inconsciencia provocado por la ingesta de sustancias alucinógenas. Aun así, sus hermanas no intervenían a favor de ella.


En este barrio de invasión, no había policía para establecer el orden ni para defender la vida. Tampoco había escuelas ni maestras que enseñaran valores ni ética; y como si fuera poca la miseria, no se contaba con iglesia –ni católica, ni evangélica–. De manera, que en la comunidad de Isa el desamparo reinaba con toda la fuerza de la palabra.


Cuando la bestia llegaba a la casa –allá en el barranco–, se escuchaban las palabras más denigrantes, gritos de ella intentando defenderse, el niño llorando y él, gritando a todo pulmón – mientras sus amigos se gozaban con el espectáculo–.


Cansada de que la arrastrara del pelo –tantas veces que había perdido la cuenta– decidió ir donde su mejor amiga y a escondidas del hombre, cortarse su hermosa y larga cabellera. Sacrificó su símbolo de honor y belleza al filo de aquellas tijeras.


La bestia era salvaje en su trato con todas las mujeres. Lo había aprendido de su propia madre de quien fluían abundantemente el odio, la maldad y el desprecio. No conocía, ni por casualidad, compasión ni solidaridad.


Las niñas que cumplían quince años eran las más apetecidas por el hombre, quien buscaba arrebatarles su virginidad en cualquier matorral. Con estas fechorías y otras más –propias de un ser lleno de maldad– se ganó el miedo y el odio de esta comunidad que clamaba por liberación.


Y llegó el día esperado. “La justicia es coja pero siempre llega”. La bestia tenía muchas cuentas pendientes, y uno de sus acreedores le cobró con su vida. La gente lo vio ensangrentado caminar por entre las calles, hasta que cayó agonizante. Antes de que le llegara la muerte vio la celebración y escuchó la alegría de la comunidad que gritaba al unísono, “mataron al animal, mataron a la bestia”.


Isa participó de la celebración. Con su pequeño acaballado en la cintura, vio su final. La gente, al ver al niño, exclamó “¡vean al hijo del animal!”, a lo que Isa –a todo pulmón y con toda la determinación– les gritó, “NO, ESTE ES MI HIJO” y salió, en medio de la gente, fuera de ese lugar para nunca más volver.


Una vida nueva comenzaba para ella.


(Adaptación de la película “La mujer del animal” de Víctor Gaviria


Imagen de kalhh en Pixabay




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