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Semana Santa

Foto del escritor: Diana María GiraldoDiana María Giraldo

Son los días “santos“ del año, la semana “santa” del año. Época en la que la cristiandad conmemora la pasión y muerte de Jesucristo, y celebra su resurrección.


¿Qué significa, para mí esta semana? He aprendido, que es un momento para la conmemoración y la celebración. Dos cosas diferentes, casi en el mismo tiempo.


Sí, recuerdo a Jesucristo, y medito en su obra. Tomo tiempo para orar en forma personal y en comunidad. Me sorprende el amor de Dios, evidenciado en la muerte de Su Hijo en una cruz. Jesucristo torturado públicamente, avergonzado delante de la muchedumbre, abandonado por sus mejores amigos. Me sorprende su coraje frente a la misión que le esperaba. Me sorprende aquella multitud que días antes le aclamaban “¡Hosanna! al Hijo de David, bendito el que viene, en el Nombre del Señor” y ahora, se burlaban y pedían “crucifícale, crucifícale”.


Todos estos momentos, lejanos en la historia; son más cotidianos de lo que nos gustaría aceptar. Vemos las masas, manipuladas por los poderes políticos y religiosos. Sí, igual que en esos días en Jerusalén, decidiendo sobre la vida de otros, llevados por sus pasiones, respondiendo a sus instintitos, sin corazón, sin amor. Y esto, solo por mencionar algo.


Después de esta muerte cruel, el sábado fue un día silencioso y triste para los amigos cercanos de Jesús. Pero al amanecer, el domingo - el primer día de la semana en el calendario judío - una de las mujeres, María Magdalena fue a visitar la tumba. Sí, para desconcierto del mundo, fue una mujer a quien el Salvador se presentó resucitado. Un privilegio enorme, que Dios mismo, se presente ante una mujer con un mensaje maravilloso: “Dios es mi Padre y también Padre, de todos ustedes. Es mi Dios y su Dios. Sí, aquel que me devolvió la vida, es mi Padre y mi Dios.” De igual manera, puede dar vida nueva y abundante, a todos aquellos que deciden aceptarlo como Padre y Dios.


Así, son estos días de reflexión alrededor de Jesús, su obra y sus maravillosas palabras, que hoy siguen vigentes. Junto con esto, celebro la vida nueva, en Jesús Resucitado. Él es la Fuente de todo lo bueno que yo tengo en mi vida. ¡Qué viva el Rey!


 
 
 

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