Era un colegio pequeño, apenas tenía cinco años de haber sido fundado. No tenía muchos estudiantes, los grupos realmente eran pequeños. Todo era pequeño, excepto el orgullo de sus directivas. Los docentes eran entrenados para saludarlos como “Buenos días, Doctor” “¿Cómo está, doctora?” aunque los personajes no tuvieran más que una licenciatura en su currículo académico.
Los salarios también eran pequeños, a pesar de que a la organización le entraba mucho dinero. Sin embargo, el colegio debía ser un proyecto autosostenible. Así que, contrataban profes por salarios míseros; y era tal la necesidad que estos se quedaban, mientras salían mejores oportunidades.
La rectora, una señora muy encumbrada, a la que no le podían llamar por su nombre, sino decirle “rectora aquello, señora rectora esto” participaba en todas las actividades del núcleo de educación. Allí asistía constantemente a todas las reuniones, y venía llena de ideas y nuevas propuestas para que los docentes las implementaran.
Una tarde en un encuentro pedagógico llegó a la reunión, la secretaria de la subsecretaría del despacho del Secretario de Tránsito Municipal. La visita de la funcionaria, a todos tomó por sorpresa. Saludó a la rectora y sin anestesia le dijo “Vengo a ver cómo va esta institución con el programa de educación peatonal “Rueda la rueda”. Espero señora rectora, que todo vaya como se acordó en la reunión del mes pasado. ¿Cuénteme, cómo vamos?
La rectora medio pálida, asustada (cual alumno ante la autoridad rectoral) comenzó a gaguear… eh… pues… yo… yo traje a la institución la propuesta y se la entregué al señor coordinador, quien es la persona encargada de los proyectos institucionales.
La visita, apartó la vista de la rectora y la puso sobre el coordinador. Este era un hombre bastante inseguro, de temperamento melancólico, y medio aturdido, siguió el ejemplo de la rectora: “Sí, comenzó a tartamudear… a mirar para el piso… eh, buenas tardes… yo el programa de rueda la rueda se lo entregué a la profesora de quinto grado…
La visita, que hablaba a todo pulmón, con todo el enojo y la frustración de lo que estaba presenciando, alzó la voz y gritando dijo: Profesoras, ¿alguna de ustedes ha implementado el programa “Rueda la rueda”? Las profesoras intimidadas, no sabían que responder…
La profesora de quinto grado respondió: Para ser honesta, yo no recuerdo haber oído del programa “Rueda la rueda” y tampoco recuerdo que el coordinador me hubiera entregado los materiales.
La secretaria de la subsecretaria, se puso roja como un tomate, criticó la ineptitud de la rectora y su equipo, y agendó para el siguiente mes otra visita para ver la implementación total del programa Rueda la rueda en la institución.
La señora salió, no se despidió y por supuesto no se tomó el café que le había traído la señora de servicios varios.
La rectora, entonces se despachó contra el coordinador, contra las profesoras, y contra los niños que aún quedaban en el patio. Para el siguiente día a primera hora, debía aparecer como fuera, todo el material de Rueda la rueda y todo el mundo tendría una reunión adicional para discutir su implementación.
Las profesoras se fueron a sus salones a buscar si por casualidad entre tanto papel, estaría el sobre con toda la información del programa Rueda la Rueda, lo mismo hizo el coordinador y la señora de servicios varios.
No encontraron nada, y salieron para sus casas. En la calle fuera de la institución, se reían a carcajadas de la señora de la secretaria, de la rectora puesta en evidencia, y de la cara de terror del coordinador. Toda su conversación se lleno del tema de rueda la rueda: ojo con la rueda, cuidado la ruedan, ando como una rueda…jajaja
Esa noche la rectora llegó a su casa, su hija la esperaba con un sobre de manila que había traído su tía (hermana de la rectora), pues ella lo había dejado en su casa, la semana pasada. La rectora, revisó el sobre “Programa Rueda la Rueda de la secretaría municipal”. Y esa noche tuvo pesadillas con la secretaria furiosa, y vio ruedas correr detrás de ella.
Por supuesto, no tuvo el valor de disculparse; y pidió a un colega que le prestara el material para fotocopiarlo.
Hermoso, felicitaciones. Una invitación a reconocer nuestros errores y a empezar de nuevo.