Lo amaba tanto que aceptó su escasez para con ella: amor frágil, débil, incompleto.
No la amó al cien, así más de treinta años después.
Dos señales se lo revelaron a ella; pero no quiso verlas, optó por invisibilizarlas. Decidió continuar, a pesar de ellas, el camino.
Alcanzó para dos frutos buenos y bellos, valiosos, amados, disfrutados.
Su amor pequeño y escaso alcanzó para amarnos –al Señor y a mí–, por unas pocas millas. Y en el camino se quedó distraído,
llevado por pasiones diferentes.
Gloria Esperanza García Rodríguez. Bogotá, agosto 25 de 2019
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