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Hija de Nadie

Foto del escritor: Diana María GiraldoDiana María Giraldo

La llevaron a rastras, escaleras arriba, golpeada, sangrando y herida de muchas maneras. Su alma, hecha añicos con las palabras “perra hijueputa” que le repetía su esposo mientras le descargaba puños y golpes en la cara, el cuerpo, y donde cayera. Su amigo de farra, la sostenía mientras él tomaba fuerza para seguirla acabando.


En medicina legal le cosieron cinco puntos a la altura del pómulo derecho. En el reporte enumeraron varios hematomas e incontables rasguños en todo el cuerpo.


De allí, desesperada y sola, salió donde su familia, en un barrio a diez minutos de su casa. La mamá la recibió y le ofreció pan con café para sus tres niños y ella. No le preguntó qué había pasado. No quiso saber por qué su hija estaba como un monstruo.


Aquel sábado, a la hora del almuerzo, la abuela sirvió a los hijos de casa un delicioso almuerzo. A su hija –desfigurada– y a sus nietos, los ignoró. En la noche le recomendó regresar a su casa, con sus hijos.


Ella así lo hizo. En silencio, con un llanto callado, muy sola volvió a su casa.




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