Cuentos cortos de hombres buenos
La chiquita era preciosa, de ojitos negros grandes, cabello sedoso, y gordita. Su mamá la cuidaba como a su mayor y más preciado tesoro. Le dolía mucho que ese hombre no hubiera dado la cara para conocer a su hija. El papá de sangre, nunca apareció en la vida de la niña. No importaba ya, ella era todo lo que su hijita necesitaba.
Como mamá soltera trabajaba duro, mientras la abuela cuidaba a la pequeña. Sin estar buscando a nadie, una tarde en el banco lo conoció a él. La atendió con diligencia y aprovechó para echarle unas florecitas. Así se conocieron, y al tiempo ella le presentó a su hijita.
El hombre quedó enamorado de la pequeñita, que se dejó cargar sin llorar y le pasaba las manitas por su cara. Ese día decidió ser el papá de la niña, y le dijo: yo te elijo como mi hija, te doy mi apellido y hasta el día de mi muerte, sabrás que yo soy tu papá.
La escogió y fueron por muchos años padre e hija: le enseñó a leer, a montar en bicicleta. La llevaba a pasear, le enseñó su música. Pero también discutió con ella, la regañó, le reprochó algunas cosas. Pero siempre fueron papá e hija, sobre todo porque fue el quien la encontró y quien la eligió.
En honor a hombres buenos que han elegido hijos de otro hombre y los han amado como si fueran propios.
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